Los insectos podrían diferenciar entre diferentes tipos de células cancerosas.
Al principio de la pandemia, los científicos intentaron entrenar perros para detectar infecciones por COVID-19 en humanos. Los resultados fueron predecibles. El mejor amigo del hombre demostró ser experto en olfatear la enfermedad, pero la pregunta que los investigadores se seguían haciendo era cómo escalarían ese enfoque. Después de todo, entrenar a un perro es costoso, y cuidar de uno puede ser un puñado.
Aún así, la idea de usar animales para detectar humanos enfermos es buena y un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Michigan abordó de una manera novedosa. En un estudio reciente publicado en la revista bioRXiv, detallaron un sistema de detección de cáncer basado en langostas. Según MIT Technology Review, la tecnología involucra langostas alteradas quirúrgicamente con electrodos implantados en los lóbulos de sus cerebros por el profesor Debajit Saha y sus colegas. Esos electrodos estaban allí para capturar señales de las antenas de cada insecto, que usan para detectar los olores.
Además, el equipo cultivó tres tipos diferentes de células cancerosas de la boca humana, además de un conjunto separado de células sanas, y construyó un dispositivo para capturar los gases emitidos por esos tejidos. Luego usaron ese dispositivo para dar a los insectos un olor a gases. Descubrieron que los cerebros de las langostas respondían a cada tipo de tejido de manera diferente y que podían identificar correctamente las células enfermas con solo el registro de los gases.
Es difícil decir si alguna vez verá que su clínica local usa insectos para las pruebas de detección del cáncer. El estudio aún no ha sido revisado por pares, y es difícil saber si los reguladores como la Administración de Alimentos y Medicamentos alguna vez aprobarían tal procedimiento. Las personas también podrían encontrar cuestionable el tratamiento de las langostas. “El insecto está muerto en términos de su función corporal”, dijo Saha a MIT Technology Review. “Solo estamos manteniendo vivo su cerebro”.
Saha y su equipo planean continuar trabajando en el proyecto. Su sistema actual requiere entre seis y 10 cerebros de langosta para funcionar. Espera que los nuevos electrodos permitan a su equipo registrar más neuronas, lo que hace que un solo cerebro de langosta sea suficiente para una detección individual. También quiere hacer que el dispositivo que sostiene el cerebro y las antenas sea portátil, lo que permitiría al equipo usar el sistema fuera de un laboratorio.